jueves, 9 de diciembre de 2010

Buen trabajo, Dudek



Sabías a lo que venías al Real Madrid.

Venías a hacer un trabajo duro, digno y necesario. El del extintor para caso de incendios. La mascarilla de oxígeno. La rueda de repuesto.

El suplente. Ese que sale en ocasiones contadas.

Y una de esas ocasiones fue hace ahora 14 meses.

El Alcorconazo.

Se habló de escándalo, de vergüenza histórica. Ningún portero del mundo quiere que le metan un solo gol, y tuviste que dejar pasar cuatro.

El Alcorcón jugó al fútbol como un equipo y en el Madrid había figuras, pero sobraba confusión y faltaba disciplina.

Un portero, solo, no gana partidos. Como mucho, puede evitar que se pierdan.
Y un portero, solo, no hace milagros.

Un equipo unido, a veces, hace lo imposible. Y es lo que os encontrasteis en Alcorcón.

Jugando con ganas, un equipo pequeño, con tino y audacia. En el Madrid, la cultura del equipo galáctico, del equipo del talonario había hecho estragos con un vestuario repleto de estrellas, pero falto de equipo.

Había que hacer algo.

Pellegrini volvió a confiar en ti para la vuelta. La situación era algo distinta. El Madrid no era todavía equipo, pero miró al Alcorcón con otros ojos. Aun así, el daño estaba ya hecho, y la solución estaba todavía lejana.

El arco, esta vez, quedó imbatido, pero un sólo gol marcado en el partido de vuelta no fue suficiente para enmendar los cuatro de la ida y caísteis de la competición.

Algunos hablaron entonces de lección, de cura de humildad.

Yo quisiera decir lo que pasó y que nadie llamó por su nombre. Cada vez que alguien mencionaba "el Alcorconazo", sonaba casi inmediadamente "Dudek". Y viceversa.

No fue una cura de humildad. No fue una lección.

Fue un sacrificio en el altar del banquillo, y el sacrificio fue el tuyo..

Simplemente se te apartó al asiento y se confió el arco al talismán de Iker Casillas.


Desde entonces han pasado trece meses.

Trece meses en los que has entrenado con tus compañeros, los has animado, aconsejado, consolado a veces. Has estado siempre en ese autobús, en ese avión, con ellos, viajando a los partidos, calentando, cambiándote en los vestuarios.

Pero no importa bajo qué focos y qué estadio, a ti siempre te esperaba la misma demarcación.

Banquillo.

Otros se habrían indignado, habrían hablado con su agente para buscar otro club, se habrían declarado en rebeldía tras las primeras semanas, habrían hecho una campaña mediática, un lavado de imagen o simplemente un desvío de la responsabilidad hacia otra parte.

Tu no.

Tu ya sabías a lo que venías.

Sabias que venias a hacer un trabajo necesario y sin fotógrafos, exclusivas ni portadas. Que venias a estar disponible por si pasa lo que nadie espera. Y que para eso tenías que estar siempre listo a salir.

Sabias que podías pasar tu experiencia y tus vivencias a todos aquellos que tambien esperan venidos de la cantera. Que alguien tenía que hacer todo eso, aunque no jugara.

Sabías que había algo que sólo tú podías hacer mejor que nadie en el equipo.

Tu ya sabías que venías a eso y por eso sonreías constantemente.



Esos trece meses han acabado hoy. Al fin, has salido al campo. Hoy, eras necesario allí.

Bastante ha cambiado la situación desde entonces.

Aquél partido, aparentemente puro trámite, pero cuyo resultado adverso fue el revulsivo que facilitó el cambio de actitud con el que casi se ganó una Liga.

Éste, un auténtico trámite en donde aparentemente sólo está en juego la imagen del club.

Pero en ambos casos, el juego del Madrid fue desconectado, deslabazado, pastoso contra un adversario inferior en técnica y medios pero decidido y valiente.

Pero esta vez, estabas mejor preparado.

En varias ocasiones, pero sobre todo, en dos indispensables, estuviste a la altura de los más grandes.

El Auxerre llegaba hasta la portería en contragolpes y pérdidas tontas de balón que nunca debieron ser.  Se acrecentaban, olían la victoria que podría valerles el continuar en la competición.

Pero cuando llegaban, les ibas quitando las ganas. Una y otra vez. Es justo lo que hizo falta. Aunque un encontronazo con un hombro te dañara la mandíbula y te sacara del partido a la enfermería.

Sin embargo, la parte mayor del trabajo estaba ya hecha. Tras el descanso, el Madrid que salió al campo tenía poco que ver con el de la primera parte. Se había puesto las pilas. Y nada más empezar la segunda parte, pinchó con un segundo gol las esperanzas del Auxerre. A partir de ese momento, no hubo dudas sobre el resultado, tan sólo sobre su magnitud.

Pero para llegar allí, hubo que pasar por 45 minutos de franca incertidumbre y vaiven y ocasiones de peligro de que se llegara a perder el partido.

Un portero, solo, no gana partidos. Como mucho, puede evitar que se pierdan.

Hoy, esa era tu misión y la cumpliste con creces.


Probablemente, como las ruedas de repuesto, vuelvas otra vez a la oscuridad del maletero que es el banquillo del Real Madrid. Allí te esperan mañana tus compañeros, el entrenamiento, el problema, el desplazamiento y otro día más. Espera el trabajo que hacer y que tú puedes hacer mejor que nadie. En cuanto se te cure la mandíbula, también la sonrisa.

Un portero solo, no hace milagros.
Pero a veces, sin que se note, en la sombra, un portero suplente hace cada día más, de un montón de jugadores, un equipo.

Que ya sabías que para eso es para lo que viniste.

La estadística: 44 minutos de juego en 13 meses. Como balance, puede parecer injusto. Pero esas cifras, que probablemente veremos en muchas crónicas deportivas, no importan. La única estadística que cuenta hoy es que has estado 13 meses creando equipo con tu sacrificio.

Cargando, sin chistar y sin que nadie se atreva a llamarlo por su nombre, con la cruz de una derrota que fue de todos. Porque eso lo podías hacer tu mejor que nadie. Y sonriendo.

Porque también para eso viniste.



Misión cumplida.


Alguien te tenía que dar las gracias por las cosas que no salen en los periódicos.
Y espero poder ver que ahora si te dejan salir más al campo, que ganas no te deben faltar..

Buen trabajo, Dudek.
Y gracias.

Cuídate y hasta el próximo partido..

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